Es considerado uno de los más peligrosos de América y el más duro de nuestro subcontinente. Incluso, a nivel mundial, constantemente es señalado en las listas de los peores del globo.
Contemplado para albergar a 1.500 internos, actualmente su población asciende a aproximadamente 10 mil, lo que demuestra su altísima tasa de hacinamiento.
Pero junto con la carencia de espacios, está el problema de la seguridad. En la cárcel de Lurigancho apenas 100 guardias deben mantener a raya a un excesivo volumen de reos, lo cual ha abierto paso a artesanales soluciones. Todo en pro de evitar los motines.
Un polvorín
A diferencia de lo que sucede con otras cárceles, en esta, los presos no están abandonados. Los presos gobiernan.
Para resguardar su propia integridad, se creó un consejo de delegados, en el que los pocos guardias acuerdan junto a representantes de cada pabellón estrategias para controlar la actividad delictiva.
Sin embargo, las faltas que llevaron a los internos a la cárcel -donde idealmente debieran reformarse- se mantienen y acrecientan, a vista y paciencia de todos.
Un equipo de National Geographic, en compañía con otro de la cadena Odisea, pudo constatar cómo campea el mercado de la droga, las armas, la prostitución y la protección dentro del penal.
Se debe formar parte de alguna actividad, o buscar la forma de conseguir dinero, porque igual que en el exterior, si no se porta cambio, bien se puede morir de hambre.
Diariamente se efectúan rondas de pan y también de agua, pero no alcanza para todos. Existe un grupo excluido, que debe mendigar por comida. A ellos se les llama los ‘repudiados’.
Los repudiados viven en las afueras del penal, en una suerte de purgatorio. Allí, se esconden entre la basura y de ella misma obtienen lo poco que queda para comer. Sólo en ocasiones sobran restos del almuerzo en alguno de los 21 bloques del recinto.
Cuando ocurre tamaño evento, las peleas por obtener un poco de arroz o sopa son sobrecogedoras. El documental revela la miseria a la que se encuentran expuestos los repudiados, quien son, principalmente, enfermos, ladrones y portadores del VIH.
Y para evitar el contagio masivo de esta enfermedad, las autoridades tomaron la medida de proveer a Lurigancho de medio millón de preservativos al mes.
Sólo un dato de cómo se vive y cómo se intenta controlar una de las mayores dificultades a las que se enfrenta el ente rector penal del Perú.
Porque si algo tiene el país vecino con la cárcel más temida de Sudamérica, es una deuda pendiente con las personas que cargan la maldición de vivir ahí.
National Geographic incluyó la cárcel en su documental de las cárceles más peligrosas de Sudamérica, junto con el Penal de Santa Martha, en México, D.F.
Con información de Bio-Bio
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